domingo, 22 de marzo de 2015

Escrito de la Vicepresidenta


Un Dios que jamás nos abandona.

Un año más tengo la oportunidad de poder dirigir unas palabras a mi pueblo, y digo oportunidad porque por motivos de salud quien me iba a decir que podría escribir aquí y compartir este espacio cuando hace unos meses mi vida dio un vuelco y aún hoy en día los médicos me siguen diciendo que no se explican cómo sigo viva, pues bien, para mí la respuesta a esa pregunta es fácil: la fe.


Cuando todo está perdido nos aferramos a nuestras creencias y algunos no lo creerán pero hay cosas que no se pueden explicar, suceden, y es en ese punto donde te das cuenta de que hay algo más, algo que se escapa a la ciencia, es entonces cuando ves que tantos años dedicada a ayudar de una forma u otra, perteneciendo o no a una hermandad, en Semana Santa o en otra fecha da su fruto. Yo por suerte o por desgracia he podido comprobar que de todo se sale, que aunque a veces nos den ganas de tirar la toalla hay que seguir luchando, porque cuando menos lo esperas un acontecimiento lo cambia todo y ves que todo tiene su recompensa.


Este año, muy a mi pesar no sé si podré realizar la estación de penitencia, pero en caso de no ser así a causa de mi delicada salud, sé que ellos me guardan un sitio en su corazón para cuando pueda hacerlo y que hay muchísima gente que sí que concederá un poquito de su tiempo para hacer posible que esta semana siga siendo la más hermosa y la más grande para los cristianos. Quisiera aprovechar también esta oportunidad para decir que la fe no es solo una semana al año y darlo todo en ella, sino que hay más actos y diversas formas de demostrar lo que sientes y a mi parecer es el día a día, ayudarnos, apoyarnos y vivir esto con el sentimiento que se merece y no con el de resplandecer unos por encima de otros.


Quiero terminar agradeciendo el trabajo, el esfuerzo y la entrega a lo largo de todo un año de la junta directiva, haciendo posible que llegadas estas fechas todo sea especial e inolvidable sin dejar atrás a los costaleros y costaleras  que hacen que nuestro corazón se encoja al ver salir los pasos, a esos capataces que son sus ojos y sus guías, a las bandas que nos ponen el vello de punta con sus marchas y a esos nazarenos y mantilleras que a veces parece que su labor es menos importante, pero ¿qué sería de una procesión sin su presencia?. Y como no, dando gracias a mi pareja, familia, amigos y a toda la gente que ha estado ahí en esos momentos  tan difíciles para mí.

Y para finalizar dejo una frase que me ha hecho reflexionar en los últimos meses.

Muchos lo siguieron, y él los sanó a todos (Mt 12, 15).
Macarena Sánchez Merino.