Un Dios que jamás nos abandona.
Un año más tengo la oportunidad de
poder dirigir unas palabras a mi pueblo, y digo oportunidad porque por motivos
de salud quien me iba a decir que podría escribir aquí y compartir este espacio
cuando hace unos meses mi vida dio un vuelco y aún hoy en día los médicos me
siguen diciendo que no se explican cómo sigo viva, pues bien, para mí la
respuesta a esa pregunta es fácil: la fe.
Cuando todo está perdido nos aferramos
a nuestras creencias y algunos no lo creerán pero hay cosas que no se pueden
explicar, suceden, y es en ese punto donde te das cuenta de que hay algo más,
algo que se escapa a la ciencia, es entonces cuando ves que tantos años
dedicada a ayudar de una forma u otra, perteneciendo o no a una hermandad, en
Semana Santa o en otra fecha da su fruto. Yo por suerte o por desgracia he
podido comprobar que de todo se sale, que aunque a veces nos den ganas de tirar
la toalla hay que seguir luchando, porque cuando menos lo esperas un
acontecimiento lo cambia todo y ves que todo tiene su recompensa.
Este año, muy a mi pesar no sé si podré realizar la estación de penitencia,
pero en caso de no ser así a causa de mi delicada salud, sé que ellos me
guardan un sitio en su corazón para cuando pueda hacerlo y que hay muchísima
gente que sí que concederá un poquito de su tiempo para hacer posible que esta
semana siga siendo la más hermosa y la más grande para los cristianos. Quisiera
aprovechar también esta oportunidad para decir que la fe no es solo una semana
al año y darlo todo en ella, sino que hay más actos y diversas formas de
demostrar lo que sientes y a mi parecer es el día a día, ayudarnos, apoyarnos y
vivir esto con el sentimiento que se merece y no con el de resplandecer unos
por encima de otros.
Quiero terminar agradeciendo el trabajo, el esfuerzo y la entrega a lo largo de todo un año de
la junta directiva, haciendo posible que llegadas estas fechas todo sea
especial e inolvidable sin dejar atrás a los costaleros y costaleras que
hacen que nuestro corazón se encoja al ver salir los pasos, a esos capataces
que son sus ojos y sus guías, a las bandas que nos ponen el vello de punta con
sus marchas y a esos nazarenos y mantilleras que a veces parece que su labor es
menos importante, pero ¿qué sería de una procesión sin su presencia?. Y como
no, dando gracias a mi pareja, familia, amigos y a toda la gente que ha estado
ahí en esos momentos tan difíciles para
mí.
Y para finalizar dejo una frase que
me ha hecho reflexionar en los últimos meses.
Muchos lo siguieron, y él los sanó a todos (Mt 12, 15).
Macarena Sánchez Merino.
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